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El otro día estuve en una conferencia en Forinvest, el “foro internacional de productos y servicios financieros” donde se concentran inversores y expertos en el mundo financiero, tan criticado hoy en día. Se me ocurrió ir a la conferencia titulada “Mirando al exterior. Economías emergentes (Rusia-Brasil-India-China)”. En ella iban representantes de los tres últimos países que he nombrado. Hablaron de las perspectivas de cada país y de las nuevas formas de inversión. Pero no me quiero centrar en la conferencia a nivel global, porque está claro que estos son países emergentes y con una alta capacidad de mejora en todos los aspectos.
Me voy a centrar en China, porque en la conferencia se hizo una reflexión que tiene mucho que ver con la situación que se está viviendo en el mundo. Criticamos a los chinos por vender productos más baratos que los de aquí, los criticamos por fabricar productos falsos, los criticamos por estos temas, siempre relacionados con la rotura del precio comparándolo a Europa y EE.UU principalmente, pero no hablamos de que hemos sido nosotros los que hemos ido allí a traer todo aquello que ahora nos está matando. Nosotros hemos sido los que hemos viajado allí, hemos negociado y hemos traído esos productos. Porque las tiendas de todo a cien o los almacenes lo crearon españoles junto con algún socio chino que hace unos diez años no podía salir de China a vender producto porque no era bien recibido en nuestra casa, mala calidad no era aceptada.
Ahora todo ha cambiado, los chinos han salido de su pobreza de nuestra mano. Nos estamos pudriendo por haber abierto China a “nuestro mundo“, que por otra parte, antes o después iba a terminar ocurriendo. El mundo globalizado trae este tipo de cosas. Para bien y para mal. Ahora compramos lo barato, la calidad se ha esfumado. Compramos lo necesario a precios asequibles. Preferimos precio a bienestar. Y en lugar de criticar a los explotadores que hacen que los productos salgan más baratos de lo que deberían salir, y de apoyar lo nuestro, nos centramos en menospreciar a los chinos que viven en “nuestro mundo” culpándolos a ellos de toda nuestra pobreza.
Podíamos ocupar nuestro tiempo en apreciar su amor al trabajo como parte de su labor familiar. Podíamos aprender de sus costumbres, de sus aspiraciones, de su creatividad, de su forma de moverse, de sus hábitos… Podíamos jugar con ellos en este mundo mejorando nuestro modelo de negocio, jugar con ellos en lugar de enfrentarnos a su modelo. Ofrecer calidad, ofrecer “otro producto” distinto al que ellos venden. Podemos ofrecer algo diferente a ellos. Si te fijas no nombro nada referente a ser mejor, sino a ser diferente. Mejor o peor lo valorará el consumidor final. Lo que para mi es mejor, para ti no lo es tanto. Ofrecer calidad, servicio, respeto. Ofrecer amistad, trato humano.
Ya va siendo hora que nos dejemos de criticar y empecemos a observar lo que nos está deteriorando, como ellos también hicieron, porque sin esta actitud nos estaremos hundiendo poco a poco mucho más.
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